…al comienzo de unos susurros que también eran mentira como la puerta cerrada del primer amor del que me acuerdo poco, casi sólo de las tizas y de un enorme pizarrón con su nombre escrito en él, difícil encontrarlo al final de la tarde. Esas ideas que se le ocurren tras apagar la tele y quedarse parado mirando la luz de la mesita hasta el tiempo de los pantalones azules cortados cuando te encontré a la salida de clase y de lejos, buscando una parada de metro o no sé qué tienda que dejé de escuchar, subiendo lentamente la mano cuando desde la otra acera vendrá con una de esas carpetas de actores y apuntes de Historia, una vuelta a la manzana, conociéndote en lo poquito que me quieres contar y de golpe callados como tontos, tan cerca de tu portal, que será el martes cuando me atreva a besarte y siempre era lunes por la tarde cada vez que llegaba el ascensor de tu casa. En cualquier caso, lo que tarda una ducha rápida, un recorte de prensa de hace años que busca porque quiere escribir que entonces, pero sólo se le viene a la cabeza que no va a saber qué hacer dos o tres días después cuando se le vuelva a aparecer, no sé, en mitad del pasillo, por ejemplo, y le reclame el beso que no supo darle
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