martes, 30 de septiembre de 2008

OCASO EN PARK AVENUE

Una voz como la tuya, y esa sonrisa, un poco forzada, hasta la mano que ahora estrechas como por vez primera, como si el nombre que se esforzara por pronunciar Marini no fuera el nombre que buscas en cada párrafo, en los pliegues de la cama, en ese charco de silencios que llamas precipicio y otras veces ganas, como si no fuera el nombre que encierra los sonidos del pasillo, las oscuras sombras en el fondo del placard. Unos ojos como los ojos que evitan reflejarse en tus ojos para buscar, sobre tus hombros, una salida en la sala, una excusa en forma de novedoso Jackson Pollock, aunque fuera la misma tela que en Amsterdam era un viernes de labios enlazados y sobre Manhattan Bridge el deseo de gritar el mismo nombre que casi ahoga una voz como la tuya, y esa sonrisa, un poco forzada, incluso la mano que ahora aleja por temor a encontrar su hueco en la mano que, resignada, sostiene un Next, a falta de algo mejor. Y sonríes la ironía fumando el dripeado de otra tarde expresionista a base de luces púrpura que gotean el ocaso en Park Avenue, de voces que se confunden con una voz como la tuya...

David Bowie. As the world falls down.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No se mucho de economía, pero en general uno no se equivoca si opina que lo ideal es el término medio. El estado está para algo, y ese algo es defender a los ciudadanos.