Llegará un día en que nos demos cuenta de que ser español es una completa idiotez, tan grande como ser catalán o francés o chino o de cualquier otra parte que excluya, que ponga barreras, que defina frente al otro, y lo oponga. Llegará un día en que quemaremos todos los pasaportes y todos los retratos de todos los reyes y de todas las reinas, en el que las banderas no sean más que un enorme festival multicolor de trapos inservibles, en que los himnos sean esa tonta musiquilla de los anuncios.
El once de septiembre de 1714 las tropas del rey Felipe V entraban en Barcelona como lo saben hacer los conquistadores, dejando claro quién es el vencedor y quiénes los vencidos. A ese once de septiembre le siguieron muchos otros, como hubo muchos más antes, en muchas otras partes.
Yo tengo otro once de septiembre clavado en mi memoria, un once de septiembre con aviones amenazantes y humo e incendios, con miles de muertos y más muertos, aún, años después, un once de septiembre de sueños rotos, de terror en las calles, de vidas truncadas. Un once de septiembre que no viví y que vivo cada año, cada día, cada vez que veo o escucho o leo que todos los políticos son iguales, que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, que la vida es así y punto. Un once de septiembre de hace ahora treinta y cinco años
Yo pisaré las calles nuevamente. PABLO MILANÉS
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