Nos gustó muchísimo la película, el blanco y negro para evitar un excesivo contraste con las imágenes reales que se entremezclan con la ficción, la incrible banda sonora, parte de los diálogos bien trenzados y los discursos, sobre todo el final, de David Strathaim en su papel de E. R. Murrow, el presentador de Person to Person, en el que pone en evidencia la necesidad de una televisión, de unos medios de comunicación en general, dedicados a la educación de los ciudadanos, aportando los recursos necesarios para un buen análisis, frente a un modelo televisivo basado en el ocio y la evasión.
Nos gustó reencontrarnos con Patricia Clarkson, después de verla en la fallida Elegy, y sobre todo la fantástica aportación de uno de nuestros actores favoritos Robert Knepper, sólo aparece un ratito junto a Robert Downey Jr. pero es magistral, juzgad vosotros:
Cuando se estrenó comenté con Carlos Caravantes que algo estaba cambiando en Estados Unidos cuando un tipo como George Clooney hacía una película como ésta. Es esa idea sobre la revolución en los Estados Unidos que llevo años contándole a todos los que quieren escuchar. Resulta evidente que una buena parte de la población estadounidense está muy cansada del conservadurismo económico y social que los gobierna, cansada de las guerras que sólo incrementan el gasto militar y recorta los poquísimos gastos sociales, que acentúa las diferencias sociales y raciales, que aumenta el odio exterior hacia los Estados Unidos y aporta cobertura a grupos extremistas capaces de atentar en su propio territorio.
Ese sentimiento es el que instrumentaliza Obama, no lo genera él, adaptando su discurso populista, ese sentimiento es el que, pensaba, iba a colocar a H. Clinton en la Casa Blanca con un discurso igual de demagógico. Que Obama haya llegado hasta aquí es la evidencia de que algo cambia en la sociedad estadounidense, una sociedad en contínua transformación, en la que dentro de quince años el número de nacimiento de niños no blancos superará al de niños blancos. No es Obama el que transforma Estados Unidos, como ya lo afirmaba en El País Barbara Probst Salomon, sino una sociedad transformada es la que permite la aparición de Obama, pero ser negro, frente a lo que muchos analistas europeos creen, no le convierte, de pronto, en el paradigma de la justicia social, también Condolezza es negra...
Seattle fue un fracaso porque los noventa no contaba con las condiciones adecuadas para un cambio estructural, pero hoy las diferencias socioeconómicas cada vez son más evidentes, la tasa de pobreza en los Estados Unidos es la mayor de los últimos 30 años, la catástrofe provocada por el Katrina puso de manifiesto las carencias del estado para preveer o, en su caso, asistir a la población en circunstancias extremas.
Obama, y menos Mc Cain, claro, no van a alterar nada en los Estados Unidos cuando lleguen a la presidencia, las intervenciones militares en el exterior, el déficit en asistencia social, la defensa de los intereses de las grandes multinacionales seguirán presentes, no se universalizará la asistencia médica, ni se prohibirá el uso de armas ni se abolirá la pena de muerte, el cambio real llegará si la sociedad como conjunto decide tomar partido. Lo hace poco a poco, y como en los sesenta, la mayoría de la toma de conciencia no será más que una fachada fashion. Es un ritmo cíclico: tras los cincuenta ultraconservadores, los sesenta pseudoliberales y los primeros setenta, con sus cineastas y sus escritores progresistas y sus políticos demagógicos (Kennedy invadió Cuba y puso los cimientos para Vietnam, Johnson aprobó la Ley de derechos civiles pero incrementó la presencia militar exterior, de Nixon qué os voy a contar) Luego los ochenta de la revolución conservadora, el pelotazo de los noventa, Bush, y ahora toca otra revolución con todas la comillas que se os ocurran.
También Marx pronosticaba la revolución en el Reino Unido, era donde mejor se daban las condiciones para ello y estalló en Rusia, posiblemente yo también esté equivocado. Echadle un vistazo a la película y ya me contareís.
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