para Tomás
Etcétera y todos los etecéteras y punto y aparte, ya sabes, es hacerse viejo caminando hacia el metro, encender un Gauloises de los que trajo Alberto, recordar que debiste dejar de fumar hace tanto tiempo, sentir el frío en los pulmones provocando maremotos de flemas, achaques, blasfemias. Hoy tampoco es septiembre, hoy aparecieron en la almohada otros cuatro o cinco pelos que desertaron anoche, hoy la parada de metro está un poco más lejos que ayer. Vivir debe ser morirse a ratos.
Rojo. El autobús salpica a los que esperan como mojan los lunes o mienten los paraguas. No te sueltes, tira la madre del niño uniformado, que protesta e intenta romper todos los cordones umbilicales del mundo, pero todos tal vez sean demasiados y se esconde tras la cintura de mamá cuando nota que lo miran. Verde. Cruzas, toses, miras por mirar a los que vienen y vuelves a toser. Cualquiera podrías ser tú y no te reconocería: la señora cargada de bolsas con verduras, el chico de azul con libros bajo el brazo, la bonita maestra que ahora sonríe o el perrito que mueve la cola tras ella. Rojo de nuevo. Ya estás en la otra acera. Ya estás a salvo.
Esto no era así. Era de un tipo que, no sé, iba a la oficina, a su aburrido trabajo. Pero ese sueño recurrente, como anoche, en el que siempre te veo deambulando sin rumbo, como un clochard construyendo la ciudad a cada paso, como esa tarde en que te encontré en el paseo de la estación y nos sentamos a mirar y fumamos un ratito y tomamos el que iba a Madrid, por tomar uno cualquiera. Te veo sin atreverme a decir nada, sin cogerte del brazo o pedir que te quedes, sin protestar aún sabiendo que un corazón no da para toda la vida, sin agradecerte la mía que salvaste cuando sólo tenía cuatro años. A veces miras a los lados, o detrás de ti, como asegurándote de que ya está bien, de que ya se puede cruzar. Y te veo alejarte despeinado, con la barba sin recortar, subiendo el cuello de esa chaqueta verde de lana y el As enrollado en el bolsillo de atrás del pantalón. Y te pierdes entre los coches y las cortinas de mi habitación mientras despierto y todavía es lunes y marzo y el teléfono a las tres de la mañana.
Una noche sin tí. BURNING