miércoles, 11 de marzo de 2009

RAZONES

Veinticinco. Según las últimas estadísticas Madrid es una ciudad con un millón de razones para odiarla, se te ocurre en el café Van Ghog, punto de encuentro, imaginas, de literatos tristes, artistas decoloridos y amantes de verso quebrado y noche estrellada, justo antes de pedir un expresivo manchado, sutileza que no llega a la bonita y descafeinada señorita que, eficiente, ya nube de crema dispuesta a estrella de cinco puntas o gato saludando o margarita deshojada, que para eso nube aunque en un charco amargo de martes por la mañana y diario desplegado por el obituario de la razón práctica de una pareja que, en la mesa del fondo, construye su futuro con muebles de Ikea. Razón un millón tres. Diecinueve. Pero Stendhal. Quince. Tampoco es que Julien Sorel aunque mucho mejor que la retórica en escalera espiral de la mano de un impreciso y seductor automóvil del que desciende sin más, como una gotera, como unas piernas que pretendieran ser el comienzo de la huida, como unas piernas que se aproximan al café y se detienen en la puerta, Trece, cuando te ven tras el cristal y deciden que Van Ghog al fin y al cabo también es útil como predecesor del puente que casi ya está terminado del otro lado. Once. Y del lado de acá, el libro sobre la mesa, la sonrisa del tiempo perdido, la edición francesa de Dylan Thomas en la que se cuela todo aquello que quisimos decir cuando sólo cómo estás, te veo muy bien. Nueve. Porque no sabe disimular una lágrima que es un café demasiado caliente y un poco de alergia a las despedidas y un montón de pasos acumulándose en las palabras, en las miradas de los otros que seguro especulan, en las ganas de decir cuando sólo yo bien, estás como siempre. Siete. Y las manos paradas no sea que confundan el camino y pretendan, ella juega con su anillo de recién casada, una caricia involuntaria, Cinco, que necesitara de alguna convincente explicación para el joven con apariencia de aburrido museógrafo que ya, Cuatro, saluda impaciente desde el final de la barra. Tres. Me están esperando. Dos. ¿Y no soy yo? Uno. Realmente, nunca fuiste vos. Razón un millón cuatro. Cero.


No hay comentarios: