lunes, 9 de febrero de 2009

A VECES EL VIENTO

Es ese sabor a cansancio y asfalto cada noche mientras subes la escalera y te detienes frente a la puerta y encuentras este cadáver exquisito a base de bic azul y faltas de ortografía en que se ha convertido la distancia y los nombres que, a veces, confundes pero que siempre Sant Martí con Torrellas, la parada del 125 o I´m not ready for this sort of thing, justo cuando giras la llave y la oscuridad inunda el rellano en otro septiembre y otra pieza y otra luna colándose en Rembrandt por la ventana del fondo como si de un tenebrismo, matizado en Flandes, que indefectiblemente se borra al prender la luz para rasgar el sobre como quien sabe que el tiempo es una absurda variable de convencionalismos que llamamos días, horas, minutos, cuando en realidad quisiéramos decir por qué no estás?

Barcelona, 4 d'setembre de 2002
Ha de ser que encara no se m'ha tret aquesta lletja mania de creuar sense mirar als costats i no assoliment evitar topar-me amb els cafès, els enterraments, les cantonades grogues en les quals t'he anat convertint en alguna cosa així com un dolor d'esquena, uns anys més tard, un vell costum que empal·lideix en l'idioma que ja hauràs oblidat pel desús i les nits senceres en què dormir era una forma de parlar amb les mans a la cintura de l'altre. Ha de ser que sis anys, que arriba un dia en el qual tornes a casa i ja t'has acostumat que les visites no preguntin per tu, en el qual et converteixes en un més d'aquests que somriuen als àlbums de fotos, en el qual així, sense més, un nom, un minut de silenci, un quedar-se aturat davant de, què sé jo, els cafès, els enterraments, les cantonades grogues, i creure, per un moment que puc girar-me i trobar-te en el meu costat, i trobar-me al costat d'un semàfor en ambre que ara verd. I continuo caminant.

No es más que el viento, sólo el viento afuera.



Holiday in Spain. BLOF AND COUNTING CROWS


1 comentario:

J. Oliva dijo...

La carta traducida al castellano:

Barcelona, 4 de octubre de 2001

Debe ser que todavía no se me ha quitado esa fea manía de cruzar sin mirar a los lados y no logro evitar toparme con los cafés, los entierros, las esquinas amarillas en las que te he ido convirtiendo en algo así como un dolor de espalda, unos años más tarde, una vieja costumbre que palidece en el idioma que ya habrás olvidado por el desuso y las noches enteras en que dormir era una forma de hablar con las manos en la cintura del otro. Debe ser que seis años, que llega un día en el que vuelves a casa y ya te has acostumbrado a que las visitas no pregunten por ti, en el que te conviertes en uno más de esos que sonríen en los álbumes de fotos, en el que así, sin más, un nombre, un minuto de silencio, un quedarse parado ante, qué sé yo, los cafés, los entierros, las esquinas amarillas, y creer, por un momento que puedo girarme y encontrarte a mi lado, y encontrarme al lado de un semáforo en ámbar que ahora verde. Y sigo caminando.