lunes, 16 de diciembre de 2013

CURIOSITY KILLED THE CAT

Llevo unos tres meses en este nuevo instituto y desde el comienzo hay una compañera a quien le recuerdo a alguien. A veces pasa, verdad? Que hay uno que crees haber visto antes, o que otro es la viva imagen de, o que mantienes una conversación con un tercero de la que tienes la absoluta certeza que ya sucedió antes. Los amantes de lo estrambótico saben que es cosa de brujas y que la Reencarnación, o que nuestro cerebro sólo utiliza un mínimo porcentaje de su capacidad, lo que resulta más que evidente en quienes hablan de todo esto, quienes están convencidos de que en otra vida fueron Alejandro o la Reina de Saba y te prestan libros en donde queda más que demostrado. Luego resulta que la explicación es de lo más lógica y no tiene nada de misterioso, lo que en ocasiones es incluso decepcionante, pero como nos gusta jugar, mi compañera y yo buscamos ese posible punto de encuentro en nuestras vidas.
Descartada una infancia común, ella creció de cara al Peine de los vientos, yo despeinado por la Tramontana, tenemos más o menos la misma edad, pero tampoco la facultad en donde ella de números y yo de adverbios, ella de trotskistas yo de Teresa Pàmies, ella de los Beatles yo de los Rolling Stones. Y le vamos dando vueltas: un museo en el que nunca estuvimos, un viaje a Nueva York, esa vez de acampada, ¿no tendrás un hermano mayor? Un día casi una película pero no, porque yo la ví en un pueblito con playa y ella recuerda un centro comercial. Otro un curso de inglés en años distintos. Y así se nos van pasando las clases y, a veces hablamos de pedagogía, y otras veces tomamos café.
Ayer por ejemplo, luego de que volviésemos a buscar, ella convencida de que los gestos, el tono al hablar, de que debemos haber compartido más que un escenario y a mí que me mata la curiosidad, en serio, que quiero saber si le recuerdo a algún actor o algo, deducimos, no obstante, que nos debemos conocer de los bares, que sería lo más habitual. Y seguimos con las evaluaciones y los comportamientos adolescentes y acalorada discusión sobre nuevas tecnologías que acaban, ya sabes que se me agotan los argumentos en seguida, con que soy antropólogo como si eso fuera concluyente. Y se ríe anteponiendo la palabra doctor a mi apellido. Sinceramente me sorprende que sepa mi apellido, a mí que me basta con el nombre y cuando no un tío ya es suficiente, y asegura que es buena recordando los apellidos, estoy a punto de hacer un chiste, y lo demuestra al citar los suyos como quien escribe el remite en un sobre.


-Qué, ¿ya te has acordado?- Pregunta ante lo evidente de mi rostro noqueado, la boca semiabierta, el café sin poder llevarlo a la boca desde la mano, sin poder retomar la respiración.

Ahora que ya estamos de vacaciones, tengo unos días para buscar una respuesta convincente a por qué no respondí su carta de finales de verano después de jurarnos el amor eterno que se jura a los dieciseís en los pueblitos con playa y centro comercial.
Y sé que no será convincente,
y sé que le dará igual






1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy me han traído a este banco en el que sin yo saberlo me he encontrado por casualidad con un futuro conocido. Y me he atrevido a comentar, en contra de mis creencias porque casualmente me ha pasado en ocasiones algo parecido. Siempre intentó esperar paciente porque creo que al final de la historia alguien le desvelará cuál era esa historia común que ahora la memoria enreda. Como no hay final de la historia yo decido resolverlo como una ecuación, que para eso se me dan bien las mates. Será mi futuro conocido, digno de recordar hasta en mi pasado. Espero. O no.