No le dije a nadie que estuve a punto de llorar, que aún amanece septiembre en este viernes de enero, que duermo por agotamiento tan sólo un par de horas por noche y que te escucho respirar desde la foto de la mesa, justo antes de prender la luz para verte aparecer, congelada, en 1974.
No le dije a nadie que todavía te leo en voz alta o que atraso los relojes o que me sorprende entrar en un cuarto vacío y a oscuras y no verte. No le dije a nadie que le hablo a los pasillos, que, a veces, llueve sobre los libros, que dejo abiertos los armarios y cierro los espejos.
No le dije a nadie que tengo frío y miedo y nada y esa cara que se te queda cuando descubres que en los bolsillos no te cabe más que tu propia mano y un billete de autobús en algún lugar entre San Luis y el ámbar parpadeando de un semáforo Prometeo bajo la lluvia. ¿En qué momento una ciudad deja de ser un hogar para convertirse en un mapa?
2 comentarios:
Me quedo con el texto, muy grande. Del vídeo ya hablaremos delante de un café mañana mismo... ;)
Ya lo creo güey!! un rocambolesco, intenso y locuaz texto!!
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