martes, 21 de enero de 2014

hay otras formas de verte
además de escribir

e inventarme un nombre que detrás de Hojas de hierba se asoma a la ventanilla o al resto del vagón, sin apenas reparar en mí o en que 250 kilómetros por hora llegando a Sants y desde Madrid sin dejar de mirarla, balanceándose porque suena el hilo musical, buscando en la mochila, cuando deja el libro en el asiento vacío de su derecha, algo que se esconde como el labio inferior que ahora se muerde y saca un plano del metro, y creo que es consciente de que la miro y de que escribo de ella porque he levantado el bolígrafo del cuaderno cuando ha dejado de buscar, con el dedo, el trayecto más corto y se ha quedado como mirando y diría que hasta ha sonreido coincidiendo con que alguno hacia el vagón cafetería y otro que vuelve y se fija en el plano del metro, le pide consultarlo, le pregunta y se pone interesante cuando ella retira el libro cediéndole el asiento mientras paro de escribir sin poder, ya, disimular igual que ella tampoco oculta una conversación trivial, medio girada sobre sí, de tal modo que, con sólo desviar la mirada de forma casual, podemos vernos de frente aunque él, incosciente, se esfuerza por molestar diciendo algo, me ha parecido oir, sobre un concierto absurdo, ella ríe porque no concoce, lógico, al grupo, le hago un gesto de no te lo puedes permitir, y me devuelve una sonrisa dirigida a él que dice no conocer a Nacho Vegas y ya estamos empatados, lo que me lleva a tomar el boli de nuevo para que no se me olvide la frase y escribo ya estamos empatados mientras desacelera y él se emociona un poco más, ella guarda a Walt Whitman en la mochila, con lo que ello conlleva, Barcelona asomando por encima de su cabeza que acepta un café, él se adelanta porque su maleta en el otro compartimento, le sigo con la mirada cuando le recuerda que esperará en la puerta y me giro por si ella, que ya se ha levantado, se coloca la mochila dejando que la blusa se le suba lo justo, se acerca, también yo me levanto, con esos pasitos cortos y de lado que se suelen dar en los pasillos estrechos de los trenes, hasta que tan cerca para que baste con susurrarme
-La próxima vez decídete antes.
- Puedo comprar un billete de vuelta.

y el tipo se impacienta, le hace un gesto desde el andén porque ella se detiene un segundo más de lo necesario que podría aprovechar yo para añadir algo pero ya ha visto que soy de los que escriben asi que

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