martes, 8 de octubre de 2013

COLORES

Si rojo, capaz que el bolso lleno de miércoles, sonámbula y pintalabios, leyendo en la pared del vagón uno de Ángel González como si del suplemento dominical, dejando que se vayan las estaciones a donde van las estaciones cada vez que un túnel y otro túnel.

Si verde, el pelo amarrado de cualquier modo a la nuca, tan vestido corto y despierta que John Fogerty le dedica la siguiente canción en los auriculares, dejando que todas las estaciones se llamen como todas las noches que pasaron juntos.

Desde el andén los focos del tren lo iluminan todo en ámbar mientras me muerdo las uñas impaciente...


A veces me animas a que participe en algún concurso, porque en el fondo sé que me quieres, y me dices que escribo muy bien y tal, que no tengo nada que perder, que qué me cuesta. más aún cuando nuestro Ricky ha participado y ha ganado este certamen de relatos sobre atletismo. Y a veces te hago caso y participo y, por supuesto, no gano. Es el caso de Colores, el texto que acabas de leer, que presenté a este concurso. Lo malo de los concursos es que no los gano, dijo no sé quién, y alguno de los Panero dijo que un escritor debe ser un escritor maldito, que lo otro es ser un mecanógrafo. Sé qué me vas a decir: que escribo difícil, que no se ajusta a los relatos que suelen ganar concursos, que otra vez...no, en serio, no me importa no ganar, si ya lo sabía.
 La mayoría de concursos, y este en el que participaba también, tienen una fase de votación popular en la que los participantes movilizan a amigos, familiares y demás para que voten sus textos. En ocasiones de entre los más votados un jurado elige a los ganadores para evitar que gane quien más amigos consigue movilizar. Los concursos, por regla general parten con ese peculiar sistema; tanto los pequeños como el Planeta, por poner un ejemplo, gana el que más amigos moviliza. En este concurso en concreto a los participantes se les obligaba a votar un mínimo de diez textos como medida de fair play, lo que abre otro proceso típico de los concursos literarios el yo te voto, y te dejo un comentario, si tú me votas y me comentas, ergo más de lo mismo.
Por eso no os conté que participaba en el juego. Quería saber cuántos votos de verdad, de gente que leía mi relato y le gustaba, podía conseguir. Al final han sido 27 votos, no sé cuántos con la idea de ser devueltos en forma de votos para los cuentos de quienes me votaron, pero me alegro de tener 27 votos que considero reales pese a todo. El ganador obtuvo 225. El ganador es este relato que objetivamente me parece mejor que el mío.
Aún así prefiero que no me vuelvas a animar a concursar, no soy un escritor de concursos, es más, ni siquiera soy bueno vendiendo mi propio libro. Ayer una alumna se interesó por él y le recomendé que no lo comprara, que me parecía muy caro, lo que, seguro, me va a costar una regañina de mi editora pero, aunque me encanta mi libro, en serio, no me pareció que una chica de dieciseis años gaste su dinero en él con la de libros que tendrá que leer antes que el mío.


musiquita




2 comentarios:

Michi dijo...

Hacer de los concursos un fin no es bueno, pero puede ser una excusa para ponerse a escribir, de vez en cuando, y emplearse a toda máquina.
Ojetivamente, desde mi objetividad, los dos son igual de buenos, con estilos diferentes.
Tenía razón ese Panero, seguro que fue mi tocayo de mote, Michi, el autor sin obra.

J. Oliva dijo...

pero tú sí tienes obra, Ricky, sólo con los comentarios del blog me da para una edición de lujo. un abrazo, hermano.