viernes, 6 de enero de 2012

som la pols que s'acumula sobre els llibres en els quals vam ser totes les paraules que ja no serem





te acordás del camino amarillo que había detrás de tu casa? Era una pregunta retórica, ya sé que te acuerdas. Después de todo sigue siendo tu casa aunque ya no vivas en ella. Bueno, pues lo he visto de nuevo, Océano Atlántico de por medio, aquí mismo, en mitad de Malvín, entre Presidente Escribano y la Avenida del Puerto, the same yellow brick road, honey, las mismas baldosas amarillas que en tu calle, recuerdas? Siempre retrasando el momento de llegar a tu casa, siempre tomados de la mano, apurando el último cigarro, los penúltimos besos, por el camino amarillo que comenzaba cuando ya podíamos ver tu calle y tu portal y girar por el camino amarillo era llegar hasta la arboleda detrás de tu edificio en la que, de pronto, desaparecía el camino de forma tan arbitraria como aparecía un poco más abajo, junto a la acera. Un camino que  no conducía a ninguna parte, que sólo era un rastro, una cicatriz en el suelo, una metáfora del día en que decidiste...total, un camino de apenas, no sé, treinta pasos? que ni llegaba al Tibidabo ni se perdía calle abajo, que se llenaba de hojas en octubre y de envoltorios de helado en agosto, que era una excusa para prolongar la noche y sentados en el suelo charlar de esas cosas que el silencio, ya sabes. Un camino que acababa y ya, hasta el otro día en que, fijate, aquí mismo, lo encuentro de nuevo. Podés creer que el camino no se acababa detrás de tu casa? Por acá es menos empinado que tu camino amarillo, es más para personas mayores que pasean despacio, como pensando cada paso. Lo seguí, claro. Paralelo al océano tiene como un olor a qué demonios hago aquí, a seis años atrás, incluso, a Seat Panda en el que apoyados, ahora sí, último beso justo antes del último beso y de otro más que todavía me quedan treinta minutos de metro hasta mi casa y otro beso y la luz del portal que se iluminaba y te recomponías la coleta y el vecino del primero que además era el dueño del Seat Panda y nos miraba mal. Luego gira por Cerati y cruza un par de calles más, es más largo que tu camino amarillo, ya ves, hasta que, qué curioso! acaba tan de súbito como el tuyo, justo frente al departamento de ella.

qué cosa, mi amor, esto del urbanismo. Igual tu camino amarillo hasta ya se ha borrado y todo. La próxima vez que visite Barcelona lo busco y te cuento.

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