En nuestro afán por seguir desmontando esas falsas creencias sobre las apacibles vacaciones en un pueblito hoy desmitificaremos la tan consabida, a la par que rotundamente falsa, idea de que las vacaciones en un pueblito sirven para descansar y/o hacer algo distinto.
Pensemos en las actividades de ocio que permiten los pueblitos. Por regla general los veraneantes se dedican casi en exclusividad a caminar. Sí, ya sé, es un comportamiento un tanto extraño pero es así, lo llaman senderismo y consiste en ir hacia allá, sin ningún motivo aparente, y, una vez que llegan a ningún sitio, de forma completamente arbitraria, deciden parar, comer un bocadillo y volver por donde vinieron. Seguro que tiene su encanto y todo, porque la caminata transita por bosques y veredas llenas de rastrojos, matorrales y moscas que hacen del paseo cualquier cosa menos agradable. Bueno, un día es posible que el senderismo o como se llame pueda incluso ser aceptable, pero al día siguiente la propuesta de ocio consiste en ir hacia allí, caminar un rato hasta llegar a ninguna parte, comer un bocadillo y volver por donde fuiste. Por variar, a alguien se le ocurre que podemos ir al río, y entonces caminas un rato, llegas al río, te comes un bocadillo y vuelves por donde viniste. Así de fantástico, y nada relajante, luego, esa primera premisa de venimos a descansar no se cumple. Pareciera que, sin embargo, se cumple la segunda de las premisas: hacemos algo distinto. Desde luego en la ciudad no se nos ocurre salir de casa para ponernos a andar sin saber dónde vamos para llegar a ningún sitio, comer algo y volver cansadísimos, bueno, ahora que caigo sí hacemos algo parecido, sólo que en lugar de llamarlo senderismo lo llamamos ir de compras. No me olvido de que para caminar es un requisito imprescindible, puesto que estamos en verano y hace mucho calor, salir prontito de casa, con la fresca lo llaman estos tipos del pueblito, lo que equivale a las siete y media de la mañana. No sé, mi amor, pero esto me da que no es descansar, y menos algo distinto, es la hora a la que salgo de casa durante todo el año para ir a trabajar....
Me dirás que en el pueblito se pueden hacer otras cosas, por ejemplo ir a otro pueblito que está al lado y ver unas cuevas que hay allí. Genial, ir de un pueblito con su iglesita y su placita (en los pueblitos siempre se llama Plaza Mayor, así, con un par) y sus moscas para ir a otro pueblito con su iglesita, y su placita y sus moscas ( y sus cuevas que luego resulta estaban cerradas por remodelación. Joder! es una cueva, qué pretenden alicatarla!) no sé, no parece una opción muy distinta. Además requiere de un desplazamiento y este de un vehículo, privado, ya te conté, que contamina, y tal.
Siempre puedes ir a una ciudad un poco más grande que suele haber cerca o a la capital de provincia si pilla de paso, ergo la ciudad se impone una vez más al pueblito.
Con lo que, en resumen, las actividades de ocio consisten en caminar y comer. Nosotros añadimos tumbarnos a no hacer nada y leer, actividades que siempre son interrumpidas por algún amable familiar de Mari con un irrefutable argumento: no habréis venido al pueblo para no hacer nada.
Quedan las fiestas patronales y la inevitable feria de artesanía de las que os hablaré más adelante, así de cómo las relajantes vacaciones en el pueblito se pueden convertir en algo así como una tortura de la Inquisición Española como consecuencia de esos seres apestosos llamados... insectos. (Pensabas que iba a decir personas, verdad? Bueno, también vale.)
Una vez más quedan desmostradas las ventajas de un verano en cualquier ciudad antes que en cualquier pueblito.
Seguiremos informando
No hay comentarios:
Publicar un comentario