jueves, 23 de mayo de 2013

Dice: tengo que contarte algo, Papá, que es una estrategia para subirse encima de mí y relatar alguna cosa incomprensible que siempre empieza con: es que… Esta vez se sube a mis rodillas y después de una larga introducción se fija en el tatuaje que llevo en el brazo y asegura que cuando sea grande tendré este dibujo, a lo que su madre, aparcando a Kirmen Uribe, responde con la misma mirada que me lanzó la mía cuando se me ocurrió decirle…cosas de madres. Y Nicolás continúa, señalando cada vez, y tendré estas gafas, y esta nariz, y esta boca y estos pendientes, y esta barba, y se me hace como un nudo en la garganta, aunque sé que los hijos no son una réplica de sus padres, por suerte, y de que Nicolás físicamente se parece más a Mari que a mí. Y aún así, no puedo evitar…

Nicolás nació por cesárea con lo que, en sus dos primeras horas de vida, Mari no pudo estar con él, y dos horas son las que tardaron en presentarse en el hospital los abuelos a quienes, deliberadamente, avisé tarde para pasar esos primeros momentos a solas con Nicolás. A solas hablándole, no sé, de tonterías, mirándonos fijamente entre ojos que quisieran llorar y frases de esas que se atragantan. Sé que para él yo no era más que una mancha informe y mis palabras sonidos incomprensibles, pero para mí...

Mi padre murió cuando yo tenía diez meses y soy consciente de que lo suplo de algún modo en mi relación con Nicolás. Soy consciente, también, de que lo más natural es que, pese a la enorme cercanía que nos une en este momento ésta tenderá a alejarse en el momento en que Nicolás empiece a definirse y a encontrar referencias ajenas a nosotros. Soy consciente, incluso, de que aunque Mari diga eres como tu padre para reprocharle alguna cosa, en realidad Nicolás cada día es más como él mismo. 

Ayer tuve una entrevista con su profesora y me contó que Nicolás es introvertido, que se distrae con facilidad, que le encantan las canciones...























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