MANUAL DE INTENCIONES

La primera vez pensé que era imposible. La segunda abriste los ojos un instante para seguir durmiendo. A la tercera ya nos tomábamos de la mano como una forma de explicar un mundo que cada vez es más difícil, en el que tendrás ganas de llorar y una sonrisa de la que enamorarse, la pesada carga de millones de años de evolución para heredar este planeta en continua autodestrucción, un amor al que aferrarte tan fuerte que a veces duela, un amigo o tal vez dos o tal vez muchos de los que vienen y van y se quedan para compartir libros y besos y viajes. Tendrás un cuarto como un fortín, un armario lleno de sueños y de fantasmas, la discografía incompleta del deseo de construir y volver a romper. Tendrás ganas y desganas, un pasado que te persiga o te abrume, un futuro que siempre parecerá escaparse. Tendrás unos pasos que buscan, una voz que diga basta o ven o siempre, tendrás la imperiosa necesidad de lo lejano, de arrancar cicatrices, de borrar de la pizarra las frases incorrectas. Pero, inevitablemente, tendrás ese lunar, ese color en los ojos, ese mar y mar y mar como un arrullo, ese gesto que dicen igualito al de, ese espejo como un apellido, esas veces que quisieras y sin embargo. Tendrás esta mano que tomas, que se disuelve a los ojos, que vacila en el teclado, a la que asirte, si quieres. No es mucho, lo sé, pero a veces sirve para dar impulso.