de manteles y espejos
en donde se juega,
ceniza equilibrista,
simétrica mujer,
la naranja incandescencia
de unos labios callados de humo
e intención
mientras anota cualquier cosa de pescado,
tan amable y esquelético,
negro
lazo
servicial,
que recomienda el vino,
retira la carta,
sugerirá después algún postre
sin molestar a la aparente seguridad
que confiere el aburrimiento
de manteles y espejos
de aniversarios a solas
de saliva para saber que todavía
que todavía es después de ayer
La encontré como se encuentran a las mujeres paraguas, abandonadas, a la espera, olvidadas cuando algún otro se marcha rápido porque oficina, porque pierde un tren, porque dejó de llover. La encontré aun a sabiendas de que era una mujer paraguas o tal vez por eso. Y tal vez por eso ahora tiene su hueco de varillas torcidas y oxidadas en esta casa de goteras perpetuas en donde cada febrero el miedo a que alguien la reclame.
2 comentarios:
después de todo comisteis bien?
jajaja, pues no sé, tendré que escribirlo, pero me parece que en el restaurante está ella sola, lo de celebrar un aniversario a solas
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