lunes, 24 de febrero de 2014

A veces amarse es otra cosa. Es que escriba profe luego de hola pese a los mil trescientos impedimentos que nos separan y que mis alumnos llaman Océano Atlántico. Desde que dejara el museo (en realidad la echaron por llamar no sé qué a un subdelegado, pero a ella le gusta decir que necesitaba un cambio en su vida) desde que dejara Verona ha ido dando tumbos, su novio italiano es uno de ellos, a base de organizar eventos culturales, más o menos, ruinosos, más o menos interesantes. Ahora ha vuelto al Ulster donde intenta convencer-se de que el Arte puede ser plataforma para el cambio social, y me escribe escondida en el baño de la galería para evitar a una pesada eslovaca y su terrific sculpture project. Me llega como si de un mensaje en una botella a la tranquilidad de Punta del Este donde vacaciones de final de semestre y Malena, en su bonito bikini rosa y blanco, a la que recién conocí hace tres días, y ni siquiera de la forma bíblica, leyendo sobre un concierto de Ismael Serrano en un diario bonaerense,

Hola profe, avui tinc un día tonto. Debe ser que anoche tuve un poquito de fiebre o que no se me termina de pasar esto que llamo mala suerte que aparece cuando se acaba el dentífrico y la sonrisa del espejo te mira como extrañada de que todavía, de que cada mañana sea la misma mañana por más que voy perdiendo y tomando peso, que voy cortando o dejando crecer el pelo, que voy y vengo por el baño por si en una de estas al espejo le diera por regresar-nos. Hoy tengo un día tonto, profe, de irlandesita loca, y ni siquiera sé dónde estás aunque sé que del otro lado. Disimulando una sonrisa. 

La arena le sienta tan bien a sus piernas que siento casi dolor al ver que se sacude, ahora se levanta apagándome el sol cuando pasa delante, para zambullirse en el mismo mar que rodea tu islita de niebla y tiempo, de frases cordiales y cada vez más distantes.

Disimulando una sonrisa en un autobús, o en mitad de alguna de tus aburridas clases cuando una pregunta te recuerde, ¿no te pasa? ¿no te llega así como de repente? que estás tan tranquila y otra vez y tengo que escribirte con la incredulidad que aportan los fármacos contra la gripe y las pastillas de jabón de colores que huelen a cama de mañana por la mañana. Nada se muere, amor, sólo se transforma. Lo que no me queda claro es en qué se ha convertido esa necesidad de llegar a destiempo que siempre tuvimos. En un reloj, imagino, de manillas como dos enamorados cansados de dar vueltas. (...)

Tendrías que verla salir disfrazada de Afrodita Ludovisi como si de un anuncio de champú, dejando que se le seque el martes en la piel mientras un zumo o comemos algo en el hotel y vuelta de nuevo, sacó entradas para una de Arthur Miller cuando yo pensaba más bien en Henry.

Te dejo, profe, que ya son demasiados segundos en el baño y si no voy a llorar no va a quedar bien volver y que todos miren esperando ojos rojos y res de res y hasta tengo una sonrisa que parece de presente de indicativo y traigo el flequillo peinado. Escríbeme cuando quieras y me cuentas de tu piso con ventanas y geranios, de tus libros, de las veces que te despiertas de madrugada. Un beso grande.

A veces amarse es otra cosa. Es decir de memoria el nombre de todos los árboles de la alameda. Es Malena temblando. Es ese invisible sabor que dejan tus cartas, que no se cómo llamar.







2 comentarios:

Anónimo dijo...

es ese sabor dulzón que prende en el aire la chica de la valla publicitaria, la que se desdice de mandar un parpadeo y no quiere imaginarse en otro lugar justo ahora que se acaba el martes.

J. Oliva dijo...

Muchas gracias, me encanta cuando lo que escribo encaja en otro texto. Pero la próxima firma el comentario, anda!!!
abrazos