martes, 12 de febrero de 2013

 que Madrid es una ciudad muy pequeña se evidencia por ejemplo en el metro donde no es extraño que uno de esos viernes que vuelvo antes a casa desde la escuelita y comparto vagón con maniquíes vestidos de fiesta, gafas oscuras, risas sin sentido, surja de la nada leyendo un libro de Bernard Malamud, que tiene pinta de tostón, y escuchando por los auriculares, se quita el izquierdo cuando me ve, esa de Paul Simon que le compuso a Carrie Fisher. Creí que le había escrito todo un álbum, le digo justo antes de no saber si apretón de manos de viejos desconocidos o beso de aún pudiera ser y de qué curioso esto de decirle al otro lo que no se te ocurrió mientras estábamos juntos, o lo que no te atreviste, apunta, o lo que no pudiste, prefiero dejarlo yo aprovechando el asiento que queda libre tras una frikie que gritaba algo sobre un personaje del Señor de los Anillos mientras me explica que no sé qué proyecto del CSIC, que en un mes Guatemala, que qué se me ha perdido a esas horas en Ópera. Rainbows in the high desert air ahora que estudio inglés aunque siempre he preferido música ligera, guiño sodastereofónico recibido con una sonrisa que, inevitablemente, lleva al hemisferio sur y a preguntar casi sin querer, con la buena suerte de que Príncipe de Vergara y una disculpa que vale por dos porque además es su parada y escríbeme antes de que te vuelvas a marchar, etc.
Cuatro treinta y dos como si de una cuenta atrás que en mitad de la noche sólo espera a que desde su lado de la cama descubra cuál es el sueño y cuál eso que los demás llaman realidad and speculate who had been damaged the most 



 


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