miércoles, 25 de mayo de 2011

Balanceja una cama sobre l'altra mentre Durrell a Alexandria i les cinc menys cinc, una d'aquestes hores absurdes que equivalen a zero, just quan sent el que suposo un mosquit que li obliga, previnguda, a col·locar l'índex entre les pàgines i a gratar-se una miqueta amb l'altra mà en el límit de la faldilla primavera i blau i amb una bonica cremallera de les quals s'embussen abans que deixar-se caure al fred abisme del sòl d'una cambra d'estudiant que arriba en aquest precís instant amb la jaqueta sobre l'espatlla i més llibres, no veig des d'aquí però sembla àlgebra o alguna cosa molt pitjor, i ganes d'un petó que es converteix en retret, possiblement arriba tard o els llibres d'àlgebra, però petó després de tot i alguna proposta de les quals necessiten consultar el rellotge i mirar a l'esquerra per si l'autobús, però és el 54 que passa de llarg i se sentin de nou en la vorera i ell li passa un braç per darrere para agarrés a la seva cintura i ella Durrell però ara en veu alta. No sé a què ve aquest somriure que és exactament el que em pregunta ella agafant el meu encenedor, mirant també per la finestra del cafè, per preguntar si els conec i no li dic que som nosaltres però que ja no t'acordes sinó que apuro la Coca Cola i li dic el bonica que està i em tira el fum a la cara sabent, sense dir-ho, que tinc raó, que està preciosa però que ja no s'acorda




Balancea una pierna sobre la otra mientras Durrell en Alejandría y las cinco menos cinco, una de esas horas absurdas que equivalen a cero, justo cuando siente lo que supongo un mosquito que le obliga, precavida, a colocar el índice entre las páginas y a rascarse un poquito con la otra mano en el límite de la falda primavera y azul y con una bonita cremallera de las que se atascan antes que dejarse caer al frío abismo del suelo de un cuarto de estudiante que llega en ese preciso instante con la chaqueta sobre el hombro y más libros, no veo desde aquí pero parece álgebra o algo mucho peor, y ganas de un beso que se convierte en reproche, posiblemente llega tarde o los libros de álgebra, pero beso después de todo y alguna propuesta de las que necesitan consultar el reloj y mirar a la izquierda por si el autobús, pero es el 54 que pasa de largo y se sientan de nuevo en la acera y él le pasa un brazo por detrás para agarrase a su cintura y ella Durrell pero ahora en voz alta. No sé a qué viene esa sonrisa que es exactamente lo que me pregunta ella cogiendo mi encendedor, mirando también por la ventana del café, para preguntar si los conozco y no le digo que somos nosotros pero que ya no te acuerdas sino que apuro la Coca Cola y le digo lo bonita que está y me echa el humo a la cara sabiendo, sin decirlo, que tengo razón, que está preciosa pero que ya no se acuerda.

2 comentarios:

raulsanchezgarcia dijo...

Bonito. L. Durrell fué uno de mis escritores favoritos hace años, pero no he vuelto a releerlo.

J. Oliva dijo...

recuerdo que hablamos de Durrell en su día,a mi también me gusta. me gusta, también, ese efecto casi de cine; la cámara se centra en la pareja de la parada de autobús para girar hacía los verdaderos portagonistas. El texto es el inicio de un cuentecito más largo, pero estos días de exámenes apenas tengo tiempo de escribir nada.
te echamos de menos en las entrads pre y post electorales.
un abrazo

tenemos que intentar recuperar a Andrés para la causa...