miércoles, 16 de marzo de 2011

TIEMPOS VERBALES

A lo mejor ha llegado ese momento en toda vida en el que abrir un viejo cuaderno, siempre escribiste a mano, y encontrate con tu propia letra sin llegar a reconocerla ya no es un futurible sino la evidencia de que septiembre y Uruguay nunca conjugaron, del mismo modo en que el final del verano para tí y el principio de mi primavera boca abajo siempre fueron el mismo momento y no nos dimos cuenta. Casi mejor otro vaso o calentar una sopa que volver, fíjate cómo hacía las erres entonces, al papel cuadriculado, como un paréntesis sin cerrar, a las correcciones amarillas, como una t minúscula escrita con miedo y aprisa por si te dabas cuenta, a las noches de Historia Precolombina y wishky con naranja. Casi mejor escribir de otra cosa, no sé, de Tsunamis, o de intrascendentes experiencias psicotrópicas, o de lo que sea que escriba mi no comprometida generación nocilla y que llaman poesías porque escriben para abajo y utilizan 4 letters words, así, en el idioma del Imperio y todo, ventajas del Google Translator y los blogs exorcizantes del tercer milenio. Qué pobre amante de cualquier siglo pasado en este mundo de vertiginosas necesidades satisfechas con solo sugerirlas. Qué barato pre-texto es alcanzar un cuaderno en el que sabes de antemano que ella y que esas frases azules y que llevabas el pelo largo y ella una falda hasta la rodilla y os sentábais en las escaleras del metro y se te cayó un te quiero y te dijo no em facis això antes de que Uruguay, justo antes de que Uruguay que ya es mala suerte que te concedieran la beca y que Plaça Sant Lluc quedara como a trasmano. Casi mejor una sopa que esta lluvia torrencial de fin de semana tan manida por autores de lo dramáticamente cotidiano, de lo meteorológicamente correcto, que esta lluvia estatua y aliento, si ya está todo escrito, si ya no queda más que llegar a casa y leer el periódico o ver un partido o escribir no más de ciento cuarenta caracteres no vaya a ser que, mientras se descongela la cena y la televisión habla de aeropuertos cerrados, de viajeros en alguna parte sin nadie que les espere en la terminal, por cierto, qué sospechosamente trágica palabra terminal y qué contraste cuando en la terminal comienza




casi mejor re-gresar el cuaderno a la parte alta del armario, digo, por si no quedaba clara la metáfora de lo inaccesible y escribir en los tiempos verbales adecuados, en los que escribe todo el mundo, y dejarse de tonterias.

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