Oí hablar de El Libro Rojo del Cole por primera vez en la facultad, en clase de Carlos Caravantes, precisamente, que nos recordaba las posibilidades subversibas de cualquier medio si a priori parece peligroso. A veces se consigue más con la intención que con la acción; los buenos jugadores de ajedrez lo saben bien.
En 1969 S. Hansen y J. Jensen, autores daneses, que flirtearon en su día con la extrema izquierda de su país, publicaron El Libro Rojo del Cole , algo así como un manual de supervivencia para los escolares inmersos en un sitema educativo represor que, además, incluía reflexiones sobre sexualidad o sobre las consecuencias delconsumo de drogas, con un lenguaje muy claro y directo, encaminado a que los estudiantes adolescentes encontraran respuestas a sus preguntas más frecuntes. Polémico desde su aparición, el libro no era un manual sobre sexualidad o consumo de drogas, de hecho, esas páginas son una minoría respecto del contenido de la obra que se centra en analizar, desde el marxismo, el sistema educativo, las relaciones de poder en el aula, las posibilidades de acción por parte de los alumnos frente a profesores aburridos, incompetentes o represores, la finalidad de una educación centrada en los valores de las sociedades capitalistas: competitividad, eficacia, deber, orden y control.
No se trata, tampoco, de un manual de guerrilla escolar, las acciones sugueridas no tratan de alborotar las clases sino de plantear métodos alternativos o enfoques distintos. Propone que los alumnos sean partícipes activos de su propia educación, que se organicen para defender sus derechos, que se involucren en el desarrollo de las clases planteando temas o puntos de vista distintos a los del profesor, corresponsable necesario y no dictador en las clases.
Eran los años setenta, claro, no existían el pensamiento único, la mcdonalización o los libros de Dan Brown con lo que se podía sugerir a los escolares que pensasen, que leyeran por su cuenta, que protestaran. Siempre he creido que uno de los graves errores que cometemos los profesores es olvidarnos de nosotros mismos en el otro lado del aula, y caemos en los mismo errores que nuestros profesores, esos tan aburridos. Las clases más fáciles consisten en repetir mecánimente un discurso ya aprendido, leer un libro de texto incuestionable, mandar deberes para casa, (la reflexión sobre la inutilidad educativa de los deberes y su utilidad como control social es de lo mejor del libro) lo difícil es lo otro, es aceptar que sólo somos uno más en la clase, que sólo ocupamos un lugar distinto en el proceso educativo al que ocupan los alumnos, ni mejor ni peor, distinto.
A España El Libro Rojo del Cole llegó en 1979, una vez muerto el dictador Franco, para ser presentado en la Feria del Libro del año siguiente y ser denunciado por la Confederación de Padres de Familia, los mismos que denuncian la Educación para la Ciudadanía, entre otras cosas, por faltar a los valores tradicionales de las familias españolas (sic) La Asociación Católica de Padres de familia denunció el envio, por parte del Ayuntamiento de Madrid, de varios ejemplares del libro a las escuelas de Fuencarral. La edición, de unos diez mil ejemplares, fue secuestrada por orden judicial, tras registros en varias editoriales y detenciones de libreros.
Hoy, con otro sistema educativo, con una escala de valores más laxa, con una sociedad más inculta, con un profesorado más desmotivado, yo sigo teniendo en gran estima El Libro Rojo del Cole. Creo necesario un replanteamiento de contenidos, formas y sistemas en la educación. Sé que no siempre me aplico, que caigo en la comodidad en muchas ocasiones, tal vez, demasiadas, que uno sólo no puede tender un puente si del otro lado no. Tengo una versión en pdf del texo que consulto en ocasiones y sugiero a mis alumnos por si acaso y que pongo a vuestra disposición, via correo electrónico, si queréis echarle un vistazo (es fácil descargársela, de todos modos en varias páginas de la red)
Un poco de musica, que hace tiempo que no te pongo nada.
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