jueves, 17 de abril de 2014

QUINCE MINUTOS DESPUÉS

Quince minutos después el libro dejaría de ser relevante pero entonces todavía entre sus manos y podía decirle -Qué bien te queda Colette!!!- Aunque, en verdad, me refería a su escote- Pareces una intelectual!!!- Añado recordando que ahora le ha dado por estudiar francés. -Era este o una traducción de Paulo Coelho y no sé qué es peor. -Paulo Coelho siempre es peor- Lo que confirma arqueando las cejas e invitándome, además, a que me siente a su lado, que esperar de a dos siempre es menos en las salas de espera, lugar propicio, paradojas, para desesperar, más aún cuando la otra opción es pasear en círculo como el resto de la familia, o preguntar por novedades laborales y/o sentimentales mientras el doctor se demora, aunque seguro que en breve vuelve porque dijo que no más de quince minutos. Pero estas cosas, ya se sabe, llevan un tiempo siempre aproximado, mientras yo mismo me aproximo y le pongo la mano y un suspiro en el hombro y ella, que no ha dormido en tres días, como tampoco era dormir las noches anteriores en las que la tos y los dolores, las ganas de vomitar, la toma de la medicina, las pesadillas, se deja caer y Colette con ella, que tal vez sea el piso el mejor lugar para Gigi y Gastón.
No es miedo es la impotencia de mirarse a los zapatos como recurso literario, morderse las uñas, hacer como que todo va bien cuando miran los otros. Me gustaría decirle que cuidaré de ella pero no sé si eso conlleva la necesidad de que él, y creo que no lo había pensado hasta ahora, de que él, pero el doctor ha dicho que todo parece ir bien, que el coma es un proceso reversible, que está bajo control. Ella me daba la impresión de que realmente no escuchaba sino de que buscaba un pedazo de su marido en el rostro del suegro que me cuenta, no he podido llegar antes, que en realidad no saben gran cosa, que todo parece estable aunque siga inconsciente mientras finjo cierto alivio, digo algunas palabras vacías de las que se dicen por amabilidad, la busco con la mirada y Colette. Seguro que necesitará de alguien, ella tan despistada para estas cosas, que se ocupe de todo ese papeleo. Alguien que la traiga al hospital y le dé conversación cuando necesite tomar aire o un café. Alguien con quien salir de la rutina en que se convertirán las visitas, las horas frente a la cama hablándole como si pudiera escucharle, contándole del trabajo, de un nuevo peinado que él no podrá ver, de la película que yo insistiré para que no todo sea ese sueño eterno en el que ahora. Y convencerla de que no deje las clases de francés, incluso yo mismo podría matricularme para que no pierda los apuntes los días que realmente no pueda asistir. Podría mudarme a su barrio, en un mes vence mi alquiler, bueno en dos, pero no me importa, así estaría más cerca por si una urgencia, por si necesita alguna cosa a mitad de la noche, o esos imprevistos, se ha acabado el aceite, ya no hay leche, bajar al supermercado y en un minuto prepararle algo de comer que lleva una temporada perdiendo peso por más que le digo. Y me llamará pesado, me dirá que parezco su madre, que necesito buscarme una novia o algo. Y no le diré que estoy enamorado de ella desde el instituto porque ya lo sabe, pero igual si me haré el indignado amenazando con irme y me dirá tonto, sonreirá otra vez, tomaremos la cena viendo la tel...
Justo quince minutos después el doctor. Ha despertado.
















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