Los lunes a segunda tengo cafetería, bueno y los miércoles a cuarta, y los viernes también hay un ratito y ...el caso es que este lunes a segunda tomaba un café con Raúl de Economía y Óscar de Educación Física, y al hilo del centenario de la Gran Vía y del libro de Edward Baker, que alguno ya había echado un vistazo por adelantado, hablamos de este intento de Madrid (pero qué es Madrid, su ayuntamiento?, sus vecinos? una Forma de Hablar?) por mostrarse al mundo como la quinta esencia del escenario musical.
Madrid capital mundial del musical es algo que, en principio, se me queda un poco grande para una ciudad que empezó a vivir el musical como un fenómeno de masas a principios de esta década, ¿¿¿¿y la zarzuela que es a donde apunta Baker??? Fijate, ahí sí, es posible que esa relación entre zarzuela y espectáculo vanal sea la que se revive ahora con las supuestas ganas de los madrileños por acudir a musicales varios con fervoroso entusiasmo, es decir, el musical de los cuarenta principales, por ejemplo, tiene una gran acogida porque los temas interpretados son conocidos con anterioridad, son fáciles, y la trama que los enlaza no requiere demasiado esfuerzo intelectual para segurila, igual ocurre con Grease, exitosa después de emitir telecinco la película, sólo en este año, unas 236 veces, y no olvidemos cierto snobismo pequeño burgués del madrileño que adopta la moda del musical porque cree que es el no va más neoyorkino. Igual ocurre, creo, con el cine musical, hace unos años Mouline Rouge obtuvo un tremendo éxito con una historia de amor, bonita si quieres, aderezada con hits pop conocidos por todos, Chicago, sin embargo, óscars y premios incluidos, no obtuvo en Europa el reconocimiento que obtuvo en EEUU (un BAFTA a la horripilante actuación de Z. Jones, y otro al mejor sonido, único reconocimiento europeo) supongo que por lo contrario, trama compleja, números musicales lejanos al pop, etc. Que conste que a mí tampoco me gustó.
Pero sí me gustan los musicales, y por eso me sorprendo del éxito, y por eso sé que, igual que, qué sé yo, la Fórmula 1, es sólo una moda pasajera, y por eso, también, quiero recomendarte una de mis películas favoritas que, casualmente, es un musical: All That Jazz.
All That Jazz (Fosse, 1979) es un fenomenal diálogo entre Joe Gideon, un coreógrafo crápula, vividor, adicto a las anfetaminas, genio de la danza, (interpretado por Roy Scheider, [sí, el de Tiburón] en su mejor papel, sin duda) y su propia muerte (la bellísima Jessica Lange) quien le evidencia que pese a su éxito profesional su vida le ha llevado a varios fracasos amorosos, una relación desastrosa con su hija y cierta tendencia a la sociopatia, que todo genio guarda dentro, lo que provocará que muera entre el aplauso de sus congéneres y el alivio de quienes le odian.
Bob Fosse, uno de los renovadores más aventajados de la danza moderna, concibió la película como la historia de su propia vida, de hecho él mismo moría, tras una azarosa vida, siete años más tarde del estreno de All That Jazz, y, así, en ella podemos encontrarnos con toda una filosofía del carpe diem en la que su alter ego Gideon no deja escapar un sólo segundo de excesos, orgias, drogas y música, en perjuicio, eso sí, de una ex esposa que ve en él al genio que es, de una hija con el peor padre del mundo, de una amante que lo adora aunque él sea incapaza de amarla, de unos colaboradores que lo son porque él es, sin duda, el mejor.
Cuatro óscars recibió la peli, entre ellos el de mejor montaje, fijate en éste, por ejemplo, todo un lujo, con esa pieza musical que no consigo saber cuál es. (Vivaldi?)
No encuentro el trailer, pero sí el comienzo de la peli y a partir de ahí un par de horas fantásticas, ya verás.
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