"He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por los rayos catódicos...."
Nos dio por Ginsberg cuando el Turu se compró una edición barata de Howl y otros poemas por el año 97, justo unos meses después de su muerte, y de que también falleciera Burroughs. Me he acordado hoy en clase de Ética y les he recomendado que le echaran un vistacito al libro. Sé que no se van a enterar de nada, es más, posiblemente ni lo lean, pero me quedo más tranquilo si sigo entendiendo la educación como un fin en sí mismo más que como un medio para otros fines. Ha surgido, casi instantáneamente, cuando, hablando de la necesidad de concretar unas prioridades intelectuales, alguno ha hecho la gracia de que la televisión, o mejor, cierta televisión era una prioridad para su madre, y de pronto se nos ha ocurrido que, tal vez, la televisión podría haber sido un fantástico medio educativo. Les he contado que nosotros crecimos con La bola de Cristal o Barrio Sésamo, con los valores que impulsaban esos programas y han hecho repaso de los que ellos veían hasta hace poco... no les reprocho nada, fíjate en lo que se han convertido los listillos de mi generación.
Una ventana de esperanza abre algún otro cuando añade que apenas ve televisión, que ahora el tiempo de ocio, asegura, lo copa internet. Cuando aparecieron las televisiones privadas, en 1990, igual que ahora con la tdt, aumentó la oferta televisiva. Se supone que tendríamos una mayor oferta entre la que elegir...ya ves en qué se ha convertido un medio que apenas usamos (un telediario a la semana, el de Pepa Bueno, algún partido de baloncesto, una película? Ya ni eso)
Todavía hay quien se escuda, al visionar alguna basura televisiva, excusándose ante la ausencia de alternativas, cuando la alternativa más evidente es apagar el televisor.
Internet permite que el usuario sea programador a su vez. Puede decidir cuándo y cómo y qué ver...
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me quedo sin puntos suspensivos.
Mira, yo he decidio a John Turturro (me encanta este tipo) interpretando Howl
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