lunes, 29 de junio de 2009

HONDURAS EN LA PENUMBRA

El golpe de estado acontecido ayer en Honduras es un intento más, por parte de la oligarquía latinoamericana, de apuntalar un sistema político y social que se viene abajo desde los noventa. En Honduras, los poderes fácticos, (la banca, la Iglesia católica, las multinacionales) todavía mantienen una táctica de supervivencia y control centrada en la participación y vigilancia efectiva del poder político, esto es, no sólo financian candidatos sino que los apoyan públicamente y toman decisiones al margen de éstos. Una estrategia ya superada en otros estados latinoamericanos en los que el apoyo fáctico es más sutil, lo que no excluye su existencia. De ahí que la desfasada elite hondureña haya optado por el golpe de estado para evitar la profundización de las reformas iniciadas por el gabinete Zelaya.
José Manuel Zelaya ganó las elecciones presidenciales de 2005 al frente del Partido liberal (tradicional partido de centro-derecha), pero, una vez en el poder, algunas políticas sociales y, sobre todo, económicas tomaron un marcado carácter populista, sin plantear, eso sí, reformas estructurales, cuando no claramente izquierdista, como permitir la posibilidad de convocar referenda no vinculantes potenciando la participación del pueblo en la toma de decisiones. La clave está en el término no vinculante. La consulta del pasado domingo pretendía preguntar al pueblo hondureño si aceptaba la posibilidad de reformar la Constitución. Una decisión que, de todos modos, adoptaría el parlamento, pues el resultado del referéndum no obliga , no es vinculante. Los cambios en la Constitución hubieran permitido, por ejemplo, la reelección del Presidente de la República, algo hoy no permitido en Honduras. Esto no implica que Zelaya fuera reelegido automáticamente, de hecho, en noviembre hay nuevas elecciones presidenciales y el proceso de transformaciones constitucionales no estaría vigente aún con lo que Zelaya no podría presentarse. El Partido Liberal, además, ya tiene candidato para esas elecciones.
Pero a la oligarquía hondureña le ha entrado el pánico del pueblo pronunciándose y, ante la posibilidad de que se equivocara una vez más y tomara decisiones inadecuadas ha decidido que el pueblo se vuelva a su casa que ya se ocupan ellos de todo. Los medios españoles, y de medio mundo, en su ignorancia, o peor, de forma consciente, ya se encargan de confundir a la opinión pública con titulares como el que ofrece hoy mismo ABC. Con todo, el golpe no tiene visos de continuidad y la opción de nombrar presidente al líder del Congreso sólo llevará a un adelanto de las elecciones, o a un periodo gris de interinidad, y al triunfo del sucesor de Zelaya en el Partido Liberal, como ya estaba previsto. Eso sí, la llamada de atención del ejército facilitará que las reformas sean más moderadas, y se limiten a un par de medidas sociales del tipo nacionalización de algún recurso poco estratégico.
No habrá desaparecidos, ni torturas, ni imágenes como las que relacionamos con las dictaduras de los años setenta. De hecho no habrá dictadura tal y como se define en los diccionarios. Ya no es rentable. Los poderes fácticos se dieron cuenta de que la represión brutal sólo conseguía aumentar exponencialmente a los opositores, en el interior y de cara a la opinión pública internacional. A mediados de los ochenta el sistema se dio cuenta de que era mucho más efectivo permitir elecciones libres. Eran conscientes de que el socialismo no iba a triunfar en ninguna elección si la publicidad, las series made in USA, el deseo de propiedad privada se establecía en las clases medias y bajas latinoamericanas. De hecho ninguna opción socialista ha ganado elección alguna desde los noventa, desde que volvieron las democracias a América Latina. Entretenidos con el Disney Channel no existe la posibilidad de pensar en socialismos.
La elite hondureña aún no ha dado el paso. Teme que su pueblo (el posesivo porque lo consideran suyo, y lo compran y lo venden a su antojo) pueda optar por vías como la ecuatoriana, o la venezolana, y de ahí el golpe de estado. Las diferencias abismales entre las elites y las clases más desfavorecidas propiciaron la aparición de Morales o de Chavez o de Correa, por eso Obama se ha apresurado a condenar el golpe. Más vale reformista conocido…

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