miércoles, 10 de julio de 2013

UNA PEQUEÑA HISTORIA

Levanta uno de sus finos y larguísimos dedos, que parecen como añadidos a la mano más que una parte de la misma, indicándole al de sonido que abra nuestros micrófonos. Me presenta después de citar a Cèline, que pronuncia seline con una s que apenas le cabe en la boca, dando la impresión de que realmente no sabe quién es, y no puedo dejar de mirarla preguntándome cómo pueden caber en su cuerpecito tantos títulos universitarios que le ha colocado al presentarla primero a ella..
Por algún motivo, que niguno de los tres llegaremos a descubrir, cree que puede haber relación entre mis textos, su estudio sobre literatura hindú y este programa-relleno de verano sin fútbol, mientras sigue el soliloquio introductorio pretendiendo voz de Darth Vader y ni por asomo, como tampoco asoma ella que se ajusta sus gafas de niña buena y me ignora con sabiduría de filóloga experta en...
Digo Buenas Tardes consciente de que la tarde debe ser un espacio de tiempo impropio para un autoproclamado crítico de poesía que corrige, ya son casi las diez. Tarde en casi todos los sentidos, respondo, salvo en el gusto, aclaro, aunque no parece que haya tenido gracia porque, muy serio, me pregunta algo que no termina nunca y me encojo de hombros como mejor respuesta, aun sabiendo que en la radio sólo tú puedes verme, lo que provoca que alargue con su voz de presentador una eeeeee para dirigirse a ella, quien se muestra educada tras disimular una sonrisa y apartarme la mirada en un demasiado pronto, como ha hecho fuera del estudio, cuando la productora nos ha presentado antes de que sonara la música de anuncio de yogurth que sirve de sintonía del programa y una voz neutra pronunciara su nombre en el vacío e iniciara su eterna introducción en la que menciona Egipto y dice Libertas y Veritas porque cree que riman.
No me dejan fumar así que juego con el mechero, lo que parece que hace interferencias y me regaña en la pausa, me previene de que preguntará por Noel Gallagher y le dice genial a ella tomándole la mano. A la vuelta me porto bien, respondo como si supiera responder, río uno de sus chistes sin gracia, pero no me toma la mano ni me dice genial en la segunda pausa que aprovecha para estirar los brazos, volver a hacer signos que sólo él entiende, beber un poco de agua. Cree que está saliendo de puta madre.
Le guiña un ojo, hojea su libro como quien acaba de descubrir la penicilina y no se ha dado cuenta. Le pregunta si después del programa le apetece tomar una Coca Cola, propuesta extensible a mí también, por supuesto, y que estoy a punto de aceptar, por joder, nada más, aunque ya se encarga ella de rechazar como sólo las filólogas expertas en literatura hindú, mientras acaba Cuídate, que ha escuchado tamborileando, casi sin querer, con una mano sobre la falda.
Tus relatos son como canciones, afirma, cuando ya estamos en el aire, con su pose de yolosécasitodo y le digo que no lo creo, que se me antojan más como fotografías, lo que provoca que ahora sí me mire casi interesada, y que escriba algo en un papelito que me pasa mientras él anuncia la agenda semanal para atragantarle otro eeeeeee antes de que el próximo jueves en la sala.... A mí me recuerdan a Edward Hopper, ha escrito y le respondo en el mismo papel ¿Quiéres casarte conmigo? y estalla en una enorme carcajada que logra dejar en silencio al presentador, mirándola asombrado, y ella: es que pones una voz tan ridícula....










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