jueves, 16 de mayo de 2013

TODOS LOS NOMBRES

Laura aún no ha decidido qué nombre poner al bebé que espera, me cuenta el otro día entre café y rechazo de cualquiera de mis propuestas tremendamente originales para nombrarle. Nicolás, que ya está pillado en su familia y tampoco le vale, nuestro Nicolás tuvo que hacer un trabajo para el cole en el que explicase por qué de su nombre (por cierto, qué manía esta de los profes: mandar deberes a los niños, cuando en realidad son deberes para los padres, y con tres años que tiene el nuestro más aún) pero la historía de su nombre se resume muy pronto: Nicolás era un nombre que nos gustó desde el principio, desde que Mari rechazó de pleno Jordi, que era mi primera opción, la segunda era Che y tampoco le gustó. Las letras de su nombre son las primeras que Nicolás ha aprendido a leer (la mayoría de la humanidad cree que leer se limita a eso, a juntar letras, pero esa es otra historia, hoy hablaba de nombres).
En el Principio fue el verbo y Adán nombró a todas las cosas, dice la tradición judia. Nombrar es identificar, es individualizar, aunque irremediablemente tendemos a relacionar un nombre universal con una persona concreta, digo, Laura rechaza los nombres que le propongo porque les recuerda a personas que prefiere no recordar. Yo mismo evito nombrar a mis personajes cuando escribo para eludir confusiones, aunque cada vez que escucho el tuyo fuera de contexto ...


2 comentarios:

rosicler dijo...

Se me ocurre que, Todos los nombres, podría ser el título perfecto de tu próxima novela. Calidoscopio de amores imposibles y de abandonos varios, donde un personaje perdedor enumera sin rubor alguno la larga lista. ¿Compras?

J. Oliva dijo...

pues es una buena idea!!!
Desde luego si escribiese una novela hablaría de amores imposibles y abandonos varios, de lo que no estoy tan seguro es de que hubiera varios nombres...
un abrazo Ramón