Giras de espalda al espejo
y el mundo gira contigo,
en torno a un piano que suena en alguna parte,
y a mamá
que cuenta dos, tres, cuatro.
Saludas a una enorme incial mayúscula,
que ahora debe ser una casa o un árbol,
en mitad de la pantalla de televisión
y reparte fruta de papel charol insistiendo en que haya para todos,
mientras ríe una niña trompeta que se lleva a la boca
el mar dentro de un rotulador verde.
Han colgado banderas de colores
desde el cielo hasta el infinito de la pared del fondo
como si fuera fiesta.
O tal vez lo sea y yo sin saberlo.
El piano se acaba.
Me descubres junto a la puerta.
Y agitas las manos y me dedicas una sonrisa
y me pongo a llorar cuando me tiendes los brazos
porque soy así de tonto.
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